La crónica de una entrevista en la
Universidad Intercultural Amawtay Wasi
Adriana Rodríguez Caguana
Estaba
terminando mi tesis de maestría sobre la educación intercultural bilingüe en el
Ecuador y su relación con los derechos Humanos, cuando descubrí la Universidad
bilingüe Amawtay Wasi. Los primeros textos que leí sobre ella procedían de los
teóricos decoloniales, como Walsh (2006).
Esta
propuesta educativa a nivel universitario me invitaba a nuevas reflexiones
mucho más profundas de aquellas que me había propuesto en la maestría. ¿Qué es
la ciencia y cómo se construyó? ¿Las lenguas indígenas, por qué sobrevivieron y
para qué? Estas preguntas me llevaron directamente a hacer un nuevo proyecto de
investigación.
En noviembre
del 2011 fui a la ciudad de Córdoba donde se desarrollaba un Congreso de
Educación Intercultural, el invitado estrella era Fernando Sarango, director de
la Universidad Amawtay Wasi. Yo espera con impaciencia encontrarlo y hacerle
una entrevista. Caminaba por el parque central con mi madre cuando vi a un
hombre caminar con vestimenta indígena, le dije a mi mamá “es él”. Me acerqué
y en menos de 5 minutos sin parar de hablar le dije todo lo que tenía en mi
cabeza. El rector me miraba sonreído y dijo cordialmente: “Qué buena cosa que
estés acá, ¿cómo te va?”. De forma sorpresiva me invitaba a una charla más
fraterna. En su conferencia en Córdoba lo que más recuerdo fue su dura
observación de los escasos docentes indígenas en las escuelas de Argentina.
Decía que mientras no haya docentes indígenas hablando en su propia lengua era
imposible consolidar una propuesta educativa anticolonial.
Al finalizar
el evento, Fernando me dio su tarjeta y me pidió que lo visite cuando vaya a
Ecuador. El 10 de enero del año 2012 llegué a Quito y me dispuse a ir a la tan
esperada Universidad. Quedaba en el centro histórico. Me perdí durante horas
porque esperaba encontrarme con una gran construcción colonial y un gran
letrero. Después de varios intentos, entre subidas y bajadas, encontré la
avenida Gran Colombia y Antonio Elizalde y una casa vieja con un letrero
pequeño que estaba al interior de un corredor que decía “Universidad
Intercultural Amawtay Wasi” un timbre estaba a su costado con un pequeño
letrero.
Cuando subí
me atendió la secretaria Nancy Guzmán, del pueblo Huaranca. La Universidad
estaba en el segundo piso de una vieja construcción. Me asombraba ver sus
escasos recursos, “tan pobre y tan famosa”. La secretaria me dio algunos datos
de la Universidad y las tres carreras que tenía, en ciencias de la educación
intercultural, arquitectura ancestral y agroecología. En la primera se
encontraba la mayor parte de la población indígena.
Mientras veía
el espacio reducido de las instalaciones le preguntaba dónde recibían las
clases si había tan pocas aulas. Me contestó que las clases se recibían en las
comunidades, por lo que no hacían falta muchas aulas. En Conocoto se
desarrollaba las clases de arquitectura; las de agroecología en Tabacundo y en
la comunidad La Esperanza, y las clases de licenciatura en educación
intercultural bilingüe en Teinta, cantón Saraguro, de donde es Fernando
Sarango.
En ese tiempo
la Universidad contaba con cerca de 200 estudiantes, la mayoría se encontraba
en la carrera de ciencias de la educación y pagaban una pensión mínima. Me
llamó la atención que los estudiantes tuviesen que pagar una pensión. Pero esa
pregunta me la reservé para la entrevista. Después de un rato pasé a una de las
aulas y el rector me saludó cálidamente. Le dije que era una entrevista no muy
formal y poco estructurada porque era mi primera visita. La primera pregunta
que le hice fue sobre la calificación y evaluación de la Universidad.
A: Fernando,
cuéntame cómo va el proceso de calificación y evaluación de la universidad
Amawtay Wasi?
F:
Anteriormente la CONEA la calificó con categoría E a la Universidad, la más
baja, porque lo hicieron con parámetros occidentales, esto nos motivó a
presentar un recurso ante la Corte Constitucional la que nos dio la razón
porque la Amawtay Wasi no podía ser evaluada ni calificada por parámetros
occidentales. Ahora, finalmente, conseguimos un proceso de evaluación pero con
parámetros más específicos para la universidad, bajo el convenio 169,
conjuntamente se está construyendo una guía de evaluación con perspectiva
intercultural. Recuerdo una anécdota muy linda que una vez que vinieron los
evaluadores yo le había dicho a todo el personal que hablaran en kwichua, que
si nos iban a evaluar que nos evalúen en nuestra lengua. Llegaron los
evaluadores y se tuvieron que ir porque ninguno habla kwichua.
Nos reímos un
rato de la anécdota, le dije que me parecía excelente poner en evidencia la
occidentalización de estas instituciones evaluadoras. Además, era una
reafirmación identitaria. Retomamos la entrevista y Fernando continuó:
F: Por otro
lado la Universidad no recibe financiamiento del Estado, ni un solo centavo;
la idea es tratar de pasar la evaluación y luego pelear el financiamiento
respetando nuestra autonomía tal como lo manda el 169. Independientemente de
todo esto, vamos a ir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos porque se
tiene una sentencia de la Corte Constitucional hay un incumplimiento y una
violación de nuestros derechos y lo vamos a reclamar
A: ¿Ahh
entonces es por eso que se cobra una pensión mínima? Eso no lo sabía...
entonces ¿Cómo se financia la Universidad amawtay Wasi?
Con una
pensión de unos 50 dólares al mes, en comunidades donde estamos con los
Saraguros, Shuar. Las organizaciones nos dan sus espacios, aproximadamente 2
hectáreas para hacer actividades. Esto hace que se reduzcan los costos, hace
que la comunidad sea parte del proceso, cuando nos reunimos ahí, le llamamos la
fiesta de la cosecha y los estudiantes hacen su exposición.
Recuerdo que
la noticia de no contar con ningún financiamiento por parte del Estado
sobrepasaba mis conocimientos de lo que había aprendido en la legislación
internacional sobre derechos de los pueblos indígenas. El Estado estaba
obligado a hacerlo porque así lo decía el Convenio 169 de la OIT y la
Declaración Universal de Pueblos Indígenas. Con cierta incredulidad le
pregunté:
A: No les dan
ni un centavo, pero eso no puede ser, eso sería estar en contra de lo que
estipula la 169 y la Declaración de Pueblos Indígenas, el Estado está obligado
a hacerlo.
F: Adriana
creo que usted vive todavía en la ilusión liberal. La declaración por sí sola
no cambia la realidad de injusticia en la que vivimos.
Recuerdo
haberme sonrojado ante mi pregunta que revelaba inexperiencia, propia de una
abogada sin mucho terreno de juego. Traté de sobrellevar con altura mi
vergüenza y cambié el tema, tratando de hacer otra pregunta más interesante.
A: ¿Usted
cree que efectivamente el Estado ecuatoriano cambió después de la Constitución
plurinacional del 2008?
F: El Estado
sigue igual, la construcción del Estado plurinacional es compleja. Están
preocupados por la interculturalidad vista desde lo folklórico. Esto es
vergonzoso, una visión intercultural que nos pone en ese ámbito. Este
gobierno ha sido el único que ha eliminado instituciones específicas de los
indígenas como el CODENPE y la dirección de la educación intercultural
bilingüe. Existe una ignorancia de la misma democracia. El proyecto del
movimiento indígena no es compatible con el de Estado-Nación. De una cosa estamos
claros y es que el proceso de blanqueamiento no ha terminado y no terminará.
Con la
centralización del DINEIB se va a implementar una educación occidental, ya
empezaron a cambiar el uniforme regalándolo, pero esto es una forma sutil de
imponer, de asimilar. No nos interesa imponer un litigio con esto. Ahora
estamos buscando un sistema más autónomo de educación indígena donde se
nos transfiera los recursos. El Estado nos quitó siempre todo pero nosotros
siempre volvimos a recuperar lo perdido, ya estamos acostumbrados a eso, por
eso no nos detendrán.
La última
frase la dijo en el mismo tono de siempre, calmado sin dejar de ser reflexivo y
profundo. A mí se me había hecho un nudo en la garganta. Sentía impotencia y me
solidarizaba con su causa pero no sabía cómo decirlo sin perder la compostura y
objetividad de una investigadora. Tragué saliva y volviendo a mi compostura le
pregunté:
A: Entonces
¿Considera que es un retroceso lo que está pasando en la educación
intercultural bilingüe? Disculpe si hago preguntas no muy acertadas y
reiterativas pero me interesa mucho ese tema
F: Verá, es
un mal que no tiene remedio, el Estado siempre actuará de la misma forma,
centralizar. Pero el Estado Plurinacional que nosotros proponíamos nos permitía
actuar territorialmente para poder crear un proceso de formación diferente. Sin
embargo, se sigue fortaleciendo el Estado nación, no hay plurinacionalidad. El
mejor regalo es el pachacmac, pero ahora empezamos a ver el camino de la libre
determinación, esta es definitivamente nuestra vía. No hay otra. Un sistema
democrático que no funciona, que nos está llevando a la exterminación de los
pueblos indígenas. En este contexto no nos interesa ni siquiera poner un
presidente en este Estado moderno, sería para que lo acorralen, el camino está
en trabajar con las comunidades. El pensamiento occidental es universal,
imagínese que ahora la interculturalidad está sirviendo para universalizar,
para que las organizaciones dejen sus instituciones. Es necesario mantener los
espacios específicos.
Pensaba en
ese momento en la conformación del Estado ecuatoriano, el mismo que les había
negado la ciudadanía y los derechos políticos hasta 1978 por ser “analfabetos”.
El que en 1990, con Rodrígo Borja de presidente, había decidido festejar junto
a España los 500 años del gran “encuentro” llamado el “día de la raza”
desatando el rechazo y la movilización del movimiento indígena. El Estado que
había tomado como una afrenta el canto del himno nacional en kwichua, los
ciudadanos de la “alta clase” quiteña les habían negado el alojamiento en los
hoteles. Al final era un pobre Estado acomplejado de su ser barroco, como lo
diría Bolívar Echeverría (2011), queriendo modernizarse a toda costa para
blanquearse y blanquearnos. Le hice una pregunta que no estaba planificada pero
que no pude dejar de hacerla: A: ¿Pero , nunca se han planteado alguna
forma de tomar el ejecutivo y aplicar en Estado plurinacional de verdad. Fernando
se detuvo un rato; después, dijo levantando un poco el tono, como no lo había
hecho hasta entonces: Con que no nos jodan sería suficiente.
Me quedé un
rato inmóvil, pensando si la pregunta era impertinente, y si había sido
demasiado infantil. Después de un rato de mirarnos en silencio Fernando retomó
la palabra: Nosotros seguimos luchando para destruir un espacio viejo;
donde la democracia es maniobrada ¿Qué es la democracia entonces? ¿Un lugar
donde un solo hombre manda? Nos quieren vender esto cuando nosotros hemos
vivido en consenso para elegir nuestras autoridades que tienen un alto
compromiso con sus comunidades. El Estado plurinacional no es sólo para los
indígenas, es un Estado para todos.
En un momento
me encontraba dibujando en mi cuaderno de apuntes, otro rato de silencio.
Después le dije algo nerviosa, creyendo que había perdido el foco del
encuentro:
A: Bueno ¿Volviendo
al tema de la universidad que la habíamos dejado de lado, piensa que va a
seguir a pesar de no tener calificación?
F: No
nos salimos de tema, siempre estuvimos hablando de la Universidad Amawtay Wasi,
¿Qué son las universidades sino las reproductoras del sistema?, nosotros
queremos cambiar el sistema y para eso es importante cambiar la ciencia y la
forma de construirla desde nuestros conocimientos que siempre fueron negados.
Es parte de lo mismo”
Recordé
entonces cuando visité una escuela bilingüe en el Chimborazo y vi una reunión
de padres y madres de familia en el que se discutía sobre las próximas
elecciones en la comunidad y los pagos diarios de la comida en la escuela, todo
junto. Ese nocivo arte de la separación que bien señala Walzer (1984), en
el que estaba metida sin poder salir fácilmente, El paradigma no solo
individualista sino separatista, fraccional en el que me había formado me
dificultaba entender otras lógicas comunitarias.
Finalmente no
supe qué más decir, me sentía inexperta, estaba contenta pero tenía tanto para
aprender, pensaba en ese momento que era tan difícil mi tesis. ¿Cómo iba a
explicar eso a la comunidad científica? ¿Una universidad que quiere transformar
no sólo el país sino la ciencia? Me despedí de Fernando cortésmente, esperando
no haberlo importunado.
A: Bien
Fernando, muchas gracias por la gentileza de haberme recibido. Tengo más preguntas
para hacerle, sobre todo esto del tiempo circular en la enseñanza y las clases
en las comunidades pero bueno, será en un próximo encuentro.
Fernando me
sonrió y me abrazó: cuando quieras, nos alegra mucho que los académicos
vengan y hablen con nosotros, necesitamos apoyo para que esta universidad siga. ¿Académicos?
Pero si Fernando era uno de los académicos más claros que había escuchado.
Obviamente se refería a los académicos que seguíamos en las lógicas
occidentales.
Casi dos años
después se anunció el cierre de la Universidad Amawtay Wasi, no había logrado
obtener la calificación mínima. Se habían aplicado los mismos parámetros para
medir la “calidad educativa”. Se anunció también la apertura de nuevas
universidades indígenas administradas desde el Estado. Un recuerdo repentino me
conmovió y me llevó a escribir esta crónica de aquella entrevista que me
marcó. Ahora me pregunto críticamente: los académicos que vimos y admiramos a
esa universidad ¿Cuánto dimos para que no la cierren? ¿Cuántos artículos y
hasta tesis de postgrado se hicieron gracias a la Universidad? Y sin embargo
¿Cuántos académicos estuvieron el día que la cerraron? Supongo que no hay
tiempo para arrepentimientos porque es la hora de levantar las banderas de la
resistencia política pero también epistemológica y anticolonial, una enseñanza
que nos dio la Universidad Comunitaria e Intercultural de las
Nacionalidades y Pueblos Indígenas Amawtay Wasi.
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Walsh,
Katherine (2006): “Interculturalidad y Colonialidad del poder. Un pensamiento y
posicionamiento otro desde la diferencia colonial”, en Interculturalidad,
decolonización del Estado y del conocimiento. Buenos Aires. Ediciones del
signo
Walzer,
Michael (1984): Liberalism and the art of separation. Polytical theory
Echeverría, Bolívar
(2011): Crítica de la modernidad capitalista. Antología. La Paz, Edic. .
Reproduzido
de Adriana
Rodríguez Caguana Facebook
24 nov 2013